Biografía
Agustín de Hipona, conocido como San Agustín (340-430) fue un teólogo y filósofo cristiano. Tras su conversión al cristianismo, se le nombró obispo de Hipona, situado en el norte de África y se dedicó a luchar contra las herejías.
Era hijo de padre pagano y madre cristiana; esta le enseñó los principios básicos del cristianismo, aunque se desligó de la doctrina al abrazar el maniqueísmo, una religión creada por el filósofo persa Mani.
No obstante, en Milán, Agustín decide asistir a las celebraciones litúrgicas de Ambrosio de Milán, leer a Plotino y las epístolas de Pablo de Tarso. En ese momento decide romper con la doctrina que había estado siguiendo.
De su filosofía podemos destacar varios aspectos importantes. El primero de ellos y quizá el más obvio es que esta se circunscribe en el terreno del cristianismo. Otro aspecto interesante es que el mismo Agustín se anticipa en sus escritos a Descartes cuando sostiene que la mente, mientras duda, es consciente de sí misma.
Frases de San Agustín
Nos gustaría destacar una serie de reflexiones de San Agustín:
¿Cómo es posible imaginar que alguien pida cosas que no necesita si está seguro de que nunca carecerá de nada?
Los hombres, cuando reciben un mal lo escriben sobre un mármol; más si se trata de un bien, lo hacen en el polvo.
Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los refunfuños, los suspiros y los lamentos y no permitas que me tome demasiado en serio esa cosa tan invasora que se llama «yo».
Si el honor fuera rentable, todo el mundo sería honorable.
Si me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me armo cada día para el combate con la recepción de la Eucaristía. Si necesito una luz especial y prudencia para desempeñar mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco Su consejo y luz.
Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.
Estas cosas, buen Señor, por las que rezamos, danos la gracia de trabajarlas.
Casarse está bien. No casarse está mejor.
La ciudad de Dios, el libro más importante de San Agustín
Se trata de una obra teológica, aunque en ella encontramos más filosofía. En él habla del triunfo de un Estado cristiano sostenido por la Iglesia, es decir, la Providencia divina para las naciones y los humanos.
A medida que se va leyendo cada vez más, encontramos un drama cósmico de la creación, caída, revelación, encarnación y eterno destino. Es un libro que ha cimentado las bases de la doctrina del cristianismo.
Otras de sus obras destacadas son Contra los académicos, La vida feliz, El orden, Soliloquios. La inmortalidad del alma, La dialéctica, La dimensión del alma y El libre albedrío.