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El trabajo fue demasiado bueno. Tenía que haber un problema, y ​​lo había. John Duncan era un hombre honesto, pero necesitaba dinero. Tenía hijos que cuidar. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa y sus jefes lo sabían. Le dieron el trabajo porque no podía decir que no; no podía permitirse el lujo de ser honesto. Y el trabajo era como un veneno dentro de él. Lo cambió y lo cegó, de modo que no pudo ver el verdadero veneno, hasta que fue demasiado tarde.