Una novela crĂtica, divertida y reflexiva sobre la adicciĂłn, el consumismo y la soledad de la sociedad norteamericana, escrita con gran sabidurĂa y sentido del humor.
Un lugar: Enfield, Massachusetts. A cien millas de la Gran Concavidad, un yermo radiactivo lleno de bebés mutantes del tamaño de aviones, criaturas sin cråneo y hordas de håmsters salvajes.
Una época: el año de la Ropa Interior para Adultos Depend, en el Tiempo Subsidiado, en una América regida por el totalitarismo ecológico de la ONAN, gobernada a su vez por la oscura Oficina de Servicios No Especificados, en guerra perpetua contra el ultraviolento antiONANismo de Quebec.
Una instituciĂłn: la Academia Enfield de Tenis, ultraelitista y donde impera una disciplina destinada a abolir todo placer.
Una familia: los Incandenza. James Incandenza, Ăłptico militar convertido en cineasta de aprĂšs-garde, y su mujer, la promiscua Avril, que alimenta oscuras conexiones con la guerrilla de Quebec. Y sus tres hijos: Orin, genial pateador de fĂștbol americano y seductor transnacional; Mario, enano y deforme, cineasta como su padre y poseedor de una sensibilidad prodigiosa, y Hal, promesa del tenis juvenil y atormentado por un secreto terrible.
Y una pelĂcula: El samizdat. El Entretenimiento. La broma infinita. Con el poder de enloquecer a todo el que la vea y destruir asĂ la civilizaciĂłn. El arma perfecta por la que todos se enzarzarĂĄn en la Guerra Final por el control de AmĂ©rica.
Reseñas:
«Colosamente disruptiva… espectacularmente buena.»
Walter Kirn, The New York Magazine
«Después de veinte años La broma infinita sigue siendo hoy un reto, sigue siendo brillante.»
The Guardian
«TodavĂa se siente tan trascendente, elĂ©ctricamente viva.»
The New York Times
«Wallace, cuando recurre a la erudición, cuando disecciona toda la cultura pop de nuestra época es magistral.»
El Mundo
«Es una obra inteligente, difĂcil, brillante y, no lo duden, vale la pena llegar hasta el final. Como afirmĂł el crĂtico Sven Birkerts, quienes lo hagan tendrĂĄn el raro privilegio de contemplar el universo iluminado por un torrente de luz negra.»
Eduardo Lago, El PaĂs




